Las astillas de los recuerdos hieren de formas muy extrañas, algunas memorias quedan confundidas, brumosas, y se diluyen en la niebla del olvido; sin embargo, persisten, sobreviven al influjo externo, y siempre vuelven, como si el mar inmenso de la memoria las devolviera del profundo vasto que parece albergar, no siempre son líquidos pensamientos, a veces tienen forma de notas, o de figuras. Algunas excepcionales veces, vuelven en forma de personas de carne y hueso.
Leí un libro que se siente demasiado personal, un libro incluso didáctico, que te mantiene en vilo, pero que también te enseña (si estás dispuesto a aprender) sobre el mundo vasto y tan pequeño de la bibliofilia, yo no me considero un coleccionista, me interesa más leer que conservar, por que la literatura me va a sobrevivir, lo que en esta vida me quede, será lo mismo que en la siguiente (si hay) recicle.
En tanto, mantendré el mismo mantra, no viviré como una egeria, es cierto, hace falta mucho valor, pero lo llevaré en el pensamiento: "Soy un viaje, soy la isla tras la bruma, la boya tras la boya, el puerto que nunca llega. No voy a ser nunca tierra firme, un nombre en un mapa, unas letras navegables..." Quizá, se me ocurre, un nombre con una I.
Bueno