Cada fin de año, buena parte de los departamentos de los rascacielos de la costera de Acapulco se llenan -se siguen llenando- de familias de la Ciudad de México o Puebla que vienen a pasar juntas las fiestas. En esta historia, los condóminos de uno de ellos y el staff encargado de limpiar, cocinar, velar y servir los cocteles hablan de lo que siente vacacionar -o hacer posible las vacaciones- en la tercera ciudad más violenta del mundo.