«Era una mañana de un azul que se introducía por los poros como si flotara en el espacio. El vapor de agua, que como un espeso capuchón arropa los cerros de Santafé de Bogotá la mayor parte del día se convertía en un aire dorado y transparente, quieto y fresco», dice la autora en uno de esos cuentos de héroes juveniles y de fantasmas, amores y de emociones.