Esta obra escrita en 1782 trata sobre la hipocresía, la moral y las buenas costumbres, y en la misma, el Marqués de Sade se declara ateo. Es un tenso diálogo entre un sacerdote que le pide a un moribundo que se arrepienta de sus pecados. El moribundo débil y agonizante se niega a arrepentirse y a olvidarse de aquello que para él son recuerdos de su vida y su andar por el mundo y va rebatiendo, uno por uno, los débiles argumentos expuestos por el cura. El sacerdote trata de hacerlo recapacitar y que entienda que sólo dejando entrar a Dios en su corazón podrá ser absuelto y perdonado para que pueda morir dignamente como cristiano. En este texto queda en evidencia el sarcasmo y la lógica mordaz características del marqués de Sade, quien una vez más asume el papel de violador de tabúes. Este controvertido pensador se define, a través de su obra y de sus actos, como un defensor de la inmoralidad como tendencia ineludible del ser humano.